Celia ya está con nosotros. Nació el sábado pasado, a las cinco menos cuarto de la mañana, con una buena mata de pelo oscuro y ojos preciosos. Mi pequeña flor.
Es curioso volver a tener un bebé en casa, aunque en nuestro caso, un solo bebé... Mucho más sencillo que con los gemelos, sobre todo, porque nos hemos venido a casa las dos, no como sus hermanos, que pasaron bastantes días en la incubadora. Y mientras nos vamos aclimatando los cinco a la nueva vida, tengo muy poco tiempo para hacer nada (normal, por otro lado): el cansancio, el no saber cuánto durará un momento de descanso,... pero merece la pena.
Y aprovechando que duerme como un angelito, quería mostrar las galletas que me trajo mi amiga Ana, y que no han podido ser degustadas hasta que no les he hecho fotos.
La foto de la tarjeta que aparece al principio acompañaba a estas galletas.
Lo primero, la presentación, promesa de lo bueno que debe contener:
Esta caja le quitará el sitio a la caja de puros donde guardo las madejas de bordar...
Y las espectaculares galletas:
En rosa, blanco y lila, que las fotos no les hacen justicia, pero además de ser preciosas, ¡estaban riquísimas!
Porque además, y para ser más espectaculares, las galletas llevaban purpurina comestible, lo que las hacía más llamativas aún, tanto, que mi sobrina de 2 años y medio se quedó con los ojos como platos cuando le ofrecí una (y según su paladar infantil, tan rica que se comió dos).
Y ahora, mientras dura el sueño de Celia, aprovecharé para leer los blogs que sigo, que tras una semana desconectada, tengo ganas de ver tantas cosas bonitas que se hacen, mientras procuro no pensar en que a los gormitis/predators/legos que aparecen por los rincones de casa, ahora se suman paquetes de toallitas y cremas de culete.
Feliz fin de semana