Mi cuadro con letras de scrabble

Supongo que a tí también te pasa, que ves una manualidad (o una labor) en Pinterest o en un blog, y te entra la necesidad imperiosa de hacerla. Eso me pasaba a mi con los cuadros con letras de scrabble, que desde que los vi, me quemaba la idea.

Ya ha dejado de quemar, porque los nombres de mi trío decoran la escalera.

Y me recuerdan eso de la calidad de vida "perdida" cuando "te vuelves madre" que en estos últimos días una periodista ha sacado a la palestra.

Sinceramente, no me apetece hacerle publicidad gratuita a esta "muchacha", ni tampoco advertirle que cuando tenga que preguntar las tablas de multiplicar a pares va a pensar que consolar a dos bebés estaba "chupao", pero como madre de tres criaturas (desesperantes, desordenadas, bulliciosas, contestatarios a veces) me da cierta pena que alguien pueda pensar que tener hijos hace que tu vida tenga menos calidad.

(Sobre todo cuando hay gente que ha pasado de vivir en una casa a un campo de refugiados, por poner un ejemplo demagogo)

El caso es que el domingo, mientras los "disminuidores de mi calidad de vida" estaban a sus menesteres infantiles, tuve tiempo de ponerme manos a la obra y hacer el cuadro que tenía tantas ganas.

Todos los materiales los tenía en casa, algunos de ellos, compras del tipo "ya lo usaré en algo".  El paquete de letras de madera de tipo "scrabble" llevaba en casa un par de meses, creo, y esto sí que fue comprado a propósito, lo confieso. Pero el papel no. El papel forma parte de un cuadernillo que compré el sábado en uno de los chinos de mi pueblo y que se puso ante mis ojos, provocativamente, diciéndome "No venías a buscarme, pero no puedes dejarme aquí".

(Y llevaba razón, porque son 24 hojas de estampado precioso, de estilo francés, ideal para forrar cuadernos, cajones y la casa entera)

El marco fue una sorpresa. Porque mi idea era usar uno que tenía en el baño de los niños, el Ribba de Ikea, con fondo.  Aunque el que me vendría mejor era uno más grande. Pero un domingo, y a la una de la tarde, no era momento para ir a Ikea. Así que tocaba apañarme con el que tenía.

Pero claro, la vida te da sorpresas, sobre todo cuando compras "por si acaso" sin llevar un inventario de lo que te traes a casa. Y por eso, cuando abrí el cajón de un mueble de la buhardilla, lo ví: el marco Ribba del tamaño que necesitaba, con el celofán aún intacto.

Con todos los materiales, me puse manos a la obra:

Para darle más consistencia, el papel lo pegué a un trozo del cartón de una caja de cereales (los guardo de manera compulsiva, porque son estupendos para que Celia haga sus collages y para hacer cubiertas de mini-albumes de scrapbooking).

(Y como los escondo, mi marido no me pregunta si estoy montando un negocio de recoge-cartones paralelo a mi trabajo).

Para pegar las letras, cinta de doble cara, pero de la finita, porque con pegamento pensé que se reblandecería el papel y quedaría peor.

Terminada la combinación, pedí opinión al trío, antes de enmarcarla:

Debo confesar que las reacciones fueron variadas:

Celia me dijo que me había quedado un "Cuatro" precioso. Cuando identificó su nombre, no le hizo ninguna gracia que no la hubiera avisado para pegar las letras... menuda traición, con lo bien que me hubiera ayudado ella.

Los gemelos, se hicieron con el paquete de letras restantes y añadieron un "Tonto", un "Fea" y alguna lindeza más... Obviamente, sin pegarlas

(No esperaba menos de ellos... Yo habría hecho lo mismo)

El destino del cuadro ha sido la escalera de casa, que nos sirve como galería de fotos de mi trío, y donde están los gemelos desde que eran dos ratoncitos, su primer día de pesca, fotos playeras y navideñas, pasando por la llegada de Celia y cómo nuestra vida se hizo más redonda .

Porque tener calidad de vida (o perderla) es otra cosa. Y a nosotros, nuestro trío no nos la ha quitado, sino que nos la ha cambiado.

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